viernes, 27 de julio de 2012

Cuento de jardín

He permanecido inmóvil tantos años... atrapada en 22 metros cuadrados de verdor.
Me meció el viento en constantes ocasiones, silbándome sutilmente entre sus labios de sol; me llovieron lágrimas y cartas con palabras rebuscadas, la muestra más veraz de un alma desesperada. 
Ahogada en la sesilidad, me torné amorfa y avejentada 
...Allí estaban los parásitos, consumiéndome en vida, lisando órganos y venas. 
Vinieron también las tormentas, con el único deseo de arrancarme de raíz; resistí y resistí; a pesar de que algún pétalo perdí. 
Mas, tu mano de hombre, se acercó a mí con el necio propósito de curiosear. Pese a mi falta de confianza en la especie humana, el pensamiento no bastó para defenderme, pretendí alejar a todo ser ajeno a mi reino con mi natural hostilidad 
...no fue suficiente, allí estaba entonces, sésil y amorfa, embelesada por la apócrifa palabra humana, por la sensación de protección. Y siendo yo, simple flor marchita entre un jardín de nardos, torpe e ingenua, cometí el pecado de amar sin poder, si quiera, respirar.


Dení Cabo