Ahogada en la sesilidad, me torné amorfa y avejentada
...Allí estaban los parásitos, consumiéndome en vida, lisando órganos y venas.
Vinieron también las tormentas, con el único deseo de arrancarme de raíz; resistí y resistí; a pesar de que algún pétalo perdí.
Mas, tu mano de hombre, se acercó a mí con el necio propósito de curiosear. Pese a mi falta de confianza en la especie humana, el pensamiento no bastó para defenderme, pretendí alejar a todo ser ajeno a mi reino con mi natural hostilidad
...no fue suficiente, allí estaba entonces, sésil y amorfa, embelesada por la apócrifa palabra humana, por la sensación de protección. Y siendo yo, simple flor marchita entre un jardín de nardos, torpe e ingenua, cometí el pecado de amar sin poder, si quiera, respirar.
Dení Cabo