miércoles, 19 de agosto de 2015

Agosto

Alguna vez te eché en cara que nunca conocerías el por qué arranco hojas de los árboles y arbustos que encuentro en mi camino cuando estoy enojada, y la verdad es que yo tampoco lo sé. 
Tal vez lo hago porque me gusta sentir cómo ciertas hojas raspan contra mis dedos y cómo otras los acarician, nunca se sabe cuál será la que esté a tu lado cuando haga falta.
Cuando tú y yo, sabía cómo se llamaba cada elemento que conformaba una hoja, una flor, un árbol; ahora no lo recuerdo, esos términos y su origen se han esfumado de mí, así como la mayoría de mis conocimientos de botánica, también así como lo que sentía por ti. 
Lo que sí recuerdo (porque aún lo hago) y que considero una posible razón, es oprimir la vena principal en busca de un líquido blanquecino que tenían las hojas de cierto árbol en el jardín de mi casa. No recuerdo el olor o sabor (pues seguramente lo probé) de aquel líquido pero algo de bueno debió tener ese árbol que conocí en mi infancia como para que lo recuerde incluso hoy, que he olvidado casi por completo todo aquello que alguna vez consideré importante. 
Mi búsqueda ha sido infructuosa a pesar de su largo periodo (ya más de diez años) pues he masacrado cada hoja que han tomado mis dedos y nada blanco sale de allí. Si es que alguna vez encontré la hoja del mismo árbol y no lo recuerdo es porque probablemente me encontraba tan ofuscada como para no notarlo, sí, tal vez no lo he notado o lo he olvidado al igual que muchas otras partes de mí.
Cuando te dije lo que te dije, puede que no lo hayas comprendido, pues fue una de las muchas nimiedades que mencioné en nuestra romántica ruptura (mi favorita hasta el día de hoy), no creo que esa incógnita te haya mantenido alerta por las noches o pensativo por las mañanas. Creo, más bien, que no te ha importado en lo absoluto. Tengo la certeza de que desconoces la respuesta y la verdad es que yo tampoco la sé. 
Me hubiera gustado que la descubriésemos juntos.